Vivir es decidir. Cada segundo del día, desde que decidimos levantarnos de la cama, estamos eligiendo entre opciones y aunque no todas son trascendentes ( ¿Qué desayuno? ¿Qué me pongo? ¿Dejo el café por fin? ¿Hoy si le hablo a ese tipo de la oficina?… ) muchas veces debemos enfrentarnos a decisiones un poco más trascendentes o con las que vamos a tener que vivir en un período de nuestra vida ( ¿tengo un hijo? ¿Dejo a mi marido? ¿Le pongo los cuernos? ¿Renuncio a mi trabajo?, … ) Y es entonces cuando nos entra el pánico.
No a todos, hay que decirlo, de hecho la gente que parece la más exitosa es la que no se anda agobiando mucho con las desiciones, parece fluir y encima las cosas le salen bien. Pero sino tenemos este talante tan intuitivo y “fluido” y nos gusta pensar mucho antes de tomar una decisión o incluso, a veces, nos sentimos paralizadas por ser incapaces de tomarlas, aquí van unos tips para tomar mejores desiciones
Tabla de contenidos
1. Primero que nada, sé humilde y no te des tanta importancia
Solemos exagerar demasiado nuestro control sobre las situaciones y los resultados de las mismas. Lo cierto es que, al final, las cosas casi nunca salen como las hemos imaginado. A veces, salen incluso mucho mejor.
Si tenemos que decidir si tener un hijo o no, y nos vamos a comer la cabeza pensando en “si seremos buenos padres”, “si podremos mantenerlo,” “si no se parecerá a su abuela” , “si no nos pareceremos a nuestra madre” …. Sin embargo, podemos mirar a nuestra gata y darnos cuenta con qué naturalidad se entrega a la procreación de su camada, sin darle tantas vueltas y sin sentirse que es el centro del Universo y que todo gira a su alrededor.
Así con cualquier decisión importante que debamos tomar, no somos tan importantes, el mundo va a seguir, la vida va a seguir y las cosas pasarán como tengan que pasar, lo que no quiere decir que evadamos las desiciones, sencillamente hay que dejar el miedo y relativizar, es bastante ridículo quedarte paralizada porque no sabes qué par de zapatos comprar.
2. Claro que no todas las decisiones son tan sencillas y hay que detenerse a reflexionar ya que debemos hacernos responsables
Una cosa es no tomárselo todo a la tremenda y otra andar por ahí tomando desiciones sin pensar en las consecuencias. Hay que analizar los pros y los contras. Pensar si las decisiones que vamos a tomar nos afecta a nosotros nada más o afecta a más personas. Una decisión que solamente nos afecta a nosotros es más fácil de tomar pero si la decisión implica a más personas no está de más pedirles su opinión al respecto.
3. Confiemos en nuestra intuición
Aunque muchas veces en verdad no sabemos qué camino tomar, casi siempre, en el fondo , sabemos cuál es la decisión más apropiada y la que más nos conviene, porque nuestra intuición funciona de forma mucha más veloz que nuestra mente racional y si tenemos confianza en nuestro espíritu encontraremos la respuesta, o por lo menos sabremos qué es lo que en realidad queremos hacer.
4. No engañarnos si la decisión está tomada
Muchas veces sabemos lo que queremos hacer y nos engañamos cerrándonos a pensar realmente en las consecuencias de la decisión. Tenemos que ser honestas con nosotras mismas y preguntarnos si no estamos buscando excusas en vez de afrontar la realidad de frente y analizar con frialdad y sin posturas tomadas de antemano, qué es lo que mejor nos convienen ante determinada encrucijada.
5. La regla de Oro: Jamás tomar decisiones influídos por sentimientos negativos como la ira, la envidia o el resentimiento
Todos somos susceptibles de disgustarnos en un momento dado con alguien o con alguna situación y estallar en un ataque de ira. No todo el mundo grita y patalea cuando sufre de ira, hay gente que la reprime, pero aún así su forma de expresarla será tomar una decisión que puede resultarle absolutamente sabia cuando la mira bajo el lente de la rabia pero que, llegada la resaca del día siguiente puede lucir como la peor decisión de su vida.
Si no somos personas con un carácter sereno y afable la mayoría del tiempo, lógico sería que aprendiéramos a contar hasta cien y a respirar antes de lanzarnos a tomar decisiones importantes en estas condiciones, que nunca, salen bien.
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