Siempre llegan momentos puntuales en nuestra vida, en los que se acaba un ciclo y se hace necesario cerrarlos convenientemente para poder seguir adelante. Lo cierto, es que las etapas no llegan a cerrarse nunca del todo, ya que el modo natural de expresarse es en círculos, es decir, es constante y cuando una termina, en seguida se inicia la siguiente, por lo que no se puede definir nunca ni dónde comienza, ni tampoco el final de cada una.
En las etapas (o ciclos) se quedan registradas todas las experiencias vividas, ya sean positivas o negativas, y con las que nos hemos quedado “enganchados” de alguna manera, porque nuestra mente se queda atrapada en esos momentos del pasado, frenando la posibilidad de que el siguiente ciclo comience y que nuestra vida siga su curso.
El mayor condicionamiento para no poder pasar página es precisamente el apego hacia esa etapa pasada, estableciendo un vínculo emocional que nos ata sin remedio a personas y situaciones que ya no tienen sentido en nuestra vida pero que aún así, siguen permaneciendo vigentes, cercenando de esta manera nuestro presente.
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Aprendiendo a cerrar etapas correctamente
Para dar por concluida las etapas de forma satisfactoria es necesario antes que nada hacerles frente y no evitarlas, ni almacenarlas en el baúl de los recuerdos, porque de esta forma simplemente estamos perpetuándola en el inconsciente. Y así lo único que conseguiremos es que nos siga afectando igualmente.
Por tanto, cerrar las etapas no es sinónimo de dejar simplemente que pase el tiempo para tratar de olvidar, sino de intentar aceptar las emociones y apegos a los que nos seguimos aferrando y superar las pérdidas que hemos sufrido.
Recordar la etapa pasada con afecto y no con necesidad o sufrimiento, es el primer paso que hemos de dar para cerrarla correctamente. Podemos agradecer por lo que fue, en vez de elegir sufrir por lo que ya no sigue siendo. De esta manera, conseguimos asimilar las pérdidas como experiencias para aprender y madurar, y no como un motivo para recrearnos en el dolor.
Pasos a seguir para sanar las heridas y cerrar las etapas
Cada vez se tienen más en cuenta en Psicología los rituales a modo de terapia, así como la importancia de usar diferentes técnicas emocionales que nos ayuden a soltar los apegos y creencias que nos limitan para el cierre de los ciclos importantes. Y es que el poder de la mente en este sentido puede ser un gran aliado para pasar página correctamente.
Primer paso: Recordar
Se hace indispensable para cerrar el ciclo, recordar y revivir aquellos momentos que nos hacen sufrir, porque de otro modo no podríamos llegar a perdonar, desapegarnos y sanar nuestras heridas. Incluso en los casos en que estos recuerdos sean muy dolorosos, debemos enfrentarlos y aprender de lo sucedido, aceptando y asimilando. Si nos enfocamos en querer olvidar para pasar página, la ansiedad nos corroerá por dentro, trayendo de vuelta el dolor una y otra vez.
Segundo paso: Perdonar
Algo que hacemos de forma recurrente es autojuzgarnos y castigarnos todo el tiempo de manera injusta, además. Aprender a ser más tolerantes y permisivos con nosotros mismos es el siguiente paso. Porque sólo siendo capaces de reconocer nuestros errores y aciertos, es cómo podemos entendernos mejor y al mismo tiempo, entender a los demás.
Perdonar no es un acto fácil, sobre todo cuando nos enfrascamos en pensamientos y creencias equivocados y negativos, tanto acerca de nosotros mismos como de los demás. Aprender a no guardar rencor debería ser un trabajo cotidiano, sin esperar tampoco las disculpas que a veces nunca llegan.
Hay que intentar comprender que todos somos humanos y que todos nos equivocamos y que los culpables de nuestro malestar no son los demás, porque lo que realmente nos lastima, nos defrauda o nos decepciona se encuentra en nuestro interior. Entendiendo esto, evitaremos más fácilmente que se vuelva a repetir en el futuro. Perdonando al otro, nos lleva a aprender de lo sufrido, sin culpar y eliminando el rencor.
Tercer paso: Rendirse y aceptación del pasado
Rendirse es un acto liberador, porque es imposible dar respuesta a todas las preguntas que nos formulamos para entender las etapas pasadas. Intentar razonar todo esto, nos debilita y nos desgasta. Rendirse es soltar, abandonar cualquier idea que alimente nuestros apegos y sufrimientos del pasado. En vez de agobiarnos por lo que no entendemos, simplemente elegimos dejarlo ir. Y cuando nos rendimos, llega la aceptación y dejamos de darle vueltas porque lo hecho, hecho está.
Cuarto paso: Duelo y desapego
Tras realizar los tres pasos anteriores, es posible desprendernos por completo de cualquier sentimiento negativo y darle lugar al duelo correspondiente. Muchas veces nos olvidamos la importancia del ritual del duelo, tal vez porque es un proceso que conlleva su tiempo y se ha de ser paciente para afrontar todas las emociones que surgen del mismo: como la rabia, la tristeza o la desesperación.
Expresar y aceptar todas estas emociones son de vital importancia para que finalmente podamos cerrar una etapa importante en nuestra vida. Y sólo entonces es cuando nos damos cuenta de que a veces se gana mucho más, cuando se pierde.
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