Todas las personas tenemos heridas emocionales que experimentamos en la niñez. Y tenemos la oportunidad, que suele estar a nuestro alcance, de trabajar con ellas para transformarlas en grandes lecciones de vida que nos permitan asignar nuevos significados a nuestro pasado y reconocerlas como un tesoro valioso que hace que seamos los seres capaces, fuertes y valiosos que somos hoy.
Las personas pueden tener varias experiencias dolorosas, por tanto una combinación de varias heridas emocionales y de ninguna manera significa que tengan un inexorable destino fatal sino que, por el contrario, tienen grandes retos que enfrentar y sabias lecciones por aprender, sólo si se atreven a navegar en ese océano maravilloso que es su interior.
Desafortunadamente, cuando nos negamos la oportunidad de trabajar en la sanación de estas heridas emocionales, estaremos repitiendo patrones conductuales enfermos que a nosotros nos dañaron en nuestra niñez y de forma inconsciente se perpetuará el círculo vicioso del cual hemos huido, dañando ahora a nuestros hijos. Las heridas se muestran en nuestra comunicación llena de chantajes, manipulación y control, afectando así la calidad de nuestra relación con ellos.
Las 5 heridas emocionales básicas que padecemos todos los humanos
- Herida de rechazo: El adulto que tiene esta herida vivió experiencias de rechazo en su niñez y tendrá la tendencia a rechazarse a sí mismo y a los demás. Asimismo, también rechazará experiencias placenteras y de éxito por el profundo sentimiento de vacío interno y por tener la creencia errónea de ser poco merecedor. Culpa a los demás de ser rechazado y sin ser consciente de ello, es él quien se aisla creando así su círculo vicioso.
- Herida de abandono: La soledad se convierte en el peor miedo de quien vivió abandono en la infancia. Y su herida se convierte en su paradoja. Quien vivió abandono tenderá a abandonar proyectos y parejas, hasta que haga consciente su carencia y se haga responsable de su vida y su soledad. Su lema inconsciente es el de: “Te abandono yo, antes de ser abandono por ti”.
- Herida de humillación: Los adultos que tuvieron experiencias de todo tipo de abusos, incluyendo el sexual, o experimentaron humillaciones, comparaciones o que fueron ridiculizados, avergonzados por su aspecto físico, por sus actitudes y/o comportamientos durante su niñez, suelen llevar esta herida a cuestas y la mayoría de las veces son seres inseguros, tímidos e indecisos que en lo más profundo de su ser se sienten culpables y no creen tener derechos elementales, e incluso pueden dudar de su derecho a existir.
- Herida de traición: El adulto con herida de traición será un desconfiado empedernido, ya que no se permite confiar en nada ni nadie. Su mayor miedo es la mentira y buscará de manera inconsciente involucrarse en situaciones en las que irremediablemente será traicionado. Cumpliéndose la profecía que él mismo decretó: “No confíes en nadie, porque todo el mundo traiciona”. La mayoría de quienes experimentan celos patológicos tuvieron vivencias de traición en su niñez.
- Herida de injusticia: Experimentar la desigualdad es el peor enfado de quien tiene la herida de injusticia, y es posible identificar a quienes la han vivido en su niñez al observar las reacciones desproporcionadas y neuróticas ante alguna situación injusta. Todas las personas en algún momento hemos vivido o presenciado situaciones injustas, sin embargo, a quienes tienen la herida les es imposible lidiar con ello y sus reacciones tienden a la autodestrucción. Una de las características más importantes es su gran temor a equivocarse y su tendencia a buscar la perfección, lo cual les trae mucha frustración y su gran reto para sanar es buscar la flexibilidad y la humildad.
Transformar nuestras heridas emocionales es un gran proceso que demanda voluntad, compromiso y perseverancia.
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