Los engaños, los secretos y las mentiras son muy comunes en nuestras vidas y podemos observar como aquel que posee información y no la comparte, consigue así cierto poder, que a la larga, se convierte en destructivo. En las guerras, lo más valioso para la victoria, es la obtención de datos que el adversario no tiene. En las relaciones personales, ocurre lo mismo.
En una civilización como la nuestra, basada en la dominación, la mejor manera de instaurar el poder, es comenzando por los niños. Por eso, es tan común entre los adultos, suponer que los niños no deben saber lo que pasa y que no tienen por qué saber las cosas de los adultos. Sin embargo, las “cosas de grandes” suelen ser las situaciones que nosotros mismos experimentamos cotidianamente, es decir, que nos incumben.
Las consecuencias de guardar secretos
- Casi todas las familias están atravesadas por multiplicidad de secretos y mentiras, que han minado nuestra inteligencia, nuestra capacidad de adaptación y una percepción certera de los hechos. Si intentamos establecer la historia de nuestros padres y abuelos, veremos que encontraremos un sinnúmero de contradicciones, ya que muchos relatos pertenecientes a la historia oficial familiar, no encajan con la más mínima lógica.
- Cuando la realidad ha sido permanentemente tergiversada, y cuando tenemos recuerdos fehacientes que confirman que eso que nosotros nos dábamos cuenta que sucedía no coincidía con aquello que los adultos decían, aprendemos a mentir, manipular, asegurar algo que no es, engañar, seducir, ilusiona,etc, con tal de acomodar las cosas a favor nuestro, pero también en detrimento del otro. Si los niños son víctimas habituales de los engaños, luego el grado de desconexión y de irrealidad con el que aprenden a vivir, no debería sorprender a nadie.
- Crecer y desarrollarse en un sistema de mentiras y secretos, nos deja en el más absoluto abandono, porque no hay referentes confiables en ningún lugar. Nuestras percepciones no son confiables. Nuestras emociones, tampoco. En estos casos, es probable que vivamos toda nuestra vida con un grado de confusión importante, sin sospechar que tiene su origen en mentiras instaladas desde nuestra primera infancia, y que en algunas ocasiones, han sido sostenidas por varios miembros de nuestra familia, dentro de un pacto de silencio abrumador. No tenemos noción del alcance de los estragos emocionales que han dejado esos engaños sobre nuestra construcción psíquica.
- En la edad adulta es nuestra responsabilidad intentar ser consciente de todos los errores del árbol familiar y sacarlos a la luz. Es buena hora para revisar todo esa cadena de secretos, para no repetir automáticamente el mismo sistema sobre los hijos y nietos, y de esta manera, cancelar los síntomas y alteraciones, tanto físicas, como emocionales y psicológicas, causados por los secretos, generación tras generación. Una buena manera para empezar a hacerlo es a través de las Constelaciones Familiares.