Dependiendo de a quién le preguntes, la definición de los cátaros será una u otra. Siempre es subjetivo el hecho de describir a alguien y más cuando esa persona o, en este caso ese colectivo, es tan diferente al resto de los mortales en cuanto a filosofía de vida, pensamiento y creencias.
Amigo lector, te voy a dar mi opinión subjetiva sobre quiénes eran los Perfectos y las Perfectas (1).
Te advierto que puedo dejarme llevar por la fascinación que siento por ellos, por lo que la subjetividad con la que exprese mi opinión puede ser bastante acentuada. Aun así, me baso estrictamente en hechos históricos y en la verdad fehaciente.
¿Cómo era su vida?
Los cátaros eran hombres y mujeres sencillos que llevaban una vida ascética, humilde y dedicada a ayudar al prójimo.
Puedo decir, sin riesgo a equivocarme, que, entre el siglo XI y XIII (2), los Perfectos eran muy queridos por la sociedad de entonces, sobre todo en las zonas donde tenían presencia o llegaban sus prédicas.
Su dedicación a los demás era total y siempre estaban dispuestos a echar una mano a sus vecinos y a todos aquellos que necesitaran ayuda. Además, eran un ejemplo a seguir, porque nunca mentían.
Decir la verdad siempre, bajo cualquier circunstancia era una de sus normas principales, que jamás se saltaban. Su amor por los seres vivos era tan grande que no comían carne.
No obstante, sí comían pescado porque en aquella época se creía que los peces eran frutos del mar. Hoy día, si existieran, serían veganos estrictos, ya que todos sabemos que los peces son seres vivos.
Esta sería la definición breve y muy simplificada desde un punto de vista mundano y no religioso.
¿Cuáles eran sus creencias?
Ahora bien, desde la vertiente de la espiritualidad —no me gusta definir a los cátaros como una religión, ya que la religión es todo lo opuesto a la auténtica espiritualidad— los buenos hombres y las buenas mujeres eran una comunidad de hermanos en la fe, que se mostraban disidentes con respecto a la Iglesia de Roma y defendían —siempre sin violencia— la dualidad, es decir, la idea de que existen dos fuerzas opuestas (el Bien y el Mal), que luchan entre sí.
Para ellos el mundo espiritual era creación del Dios bueno, mientras que todo lo material y tangible era obra de un falso dios; por lo tanto, rechazaban todo lo material, incluso su propio cuerpo, que lo consideraban algo diabólico.
Eso sí, creían que todo ser humano y animal tenía dentro de sí un alma, la cual es divina y procede del Dios verdadero.
Esto suponía el hecho de que no tuvieran hijos, porque consideraban que traer a un niño al mundo significaba obrar a favor del falso dios y raptar a un alma pura del mundo espiritual, para condenarla así a una existencia terrenal atrapada en una cárcel de carne y hueso, dentro de un ciclo terrible de reencarnaciones hasta que pudiera escapar del engaño al que el falso dios la sometía, y poder regresar al mundo espiritual.
Los cátaros rechazaban el Antiguo Testamento
Porque consideraban que estaba inspirado por el falso dios (Satanás), el cual intentaba, engañado a los hombres, suplantar la identidad del Dios verdadero que es ese al que Jesús llama Padre.
Por lo tanto, aceptaban el Nuevo Testamento, aunque sólo en parte, porque estaban convencidos de que este sí que estaba inspirado, al menos esas partes que habían seleccionado, por el Dios bueno y verdadero. Su lectura principal era el Evangelio de Juan, aunque habían eliminado algunos pasajes.
Los Perfectos eran los auténticos seguidores de Jesús y seguían el legado de los Apóstoles. Su comportamiento era ejemplar y su visión de la existencia impactó gratamente en muchísimas personas, incluidos nobles y gentes pudientes.
Así defino yo, a groso modo, a los cátaros. Para mí su esencia ética y moral es la que necesitamos en el mundo actual para escapar de la corrupción y los delirios de las élites que machacan y oprimen a la sociedad.
Lógicamente, hay cuestiones que pueden cuestionarse como es el hecho de no tener hijos, ya que esto supondría el fin de la especie.
No obstante, ¿y si los cátaros tuvieran razón al creer que somos almas puras, atrapadas en cuerpos materiales por un falso dios, y que la verdadera vida no es esta sino la espiritual?
Es, como digo, un tema peliagudo, por eso lo dejo al criterio de cada uno. De lo que no cabe duda es de que su comportamiento ejemplar en la sociedad y sus valores basados en amar al prójimo es lo que hoy necesitamos en pleno siglo XXI, donde el individualismo y el egoísmo generan corrupción, maldad y sufrimiento por doquier.
[1] Así se denominaba a los cátaros, además de con otros apelativos como «buenos hombres» —y buenas mujeres— y «albigenses», entre otros.
[2] Los cátaros aparecieron en el siglo XI, según las crónicas más populares, pero hay historiadores que sitúan su presencia, aunque con menos protagonismo, ya en el siglo X. En el siglo XIII “desaparecieron”, tras la terrible persecución a la que fueron sometidos por la Iglesia de Roma