Buda es el autor de la frase que da título a este artículo. Por supuesto que en este caso estamos hablando del dolor psíquico y del sufrimiento de la misma índole, ya que para tratar el dolor y sufrimiento físicos existe una rama de la ciencia médica que se llama Algología que estudia el dolor físico y los tratamientos para combatirlo.
Aunque podríamos tomar nota de que el dolor físico siempre es una alerta que el cuerpo nos da ante ciertas agresiones. Sin este síntoma la gente podría sufrir desórdenes y morir antes de ser tratados. Pero más allá de esta sugerente anécdota, hablaremos del dolor y el sufrimiento a los que se refería Buda cuando formuló la célebre frase.
Tabla de contenidos
¿Qué es el dolor?
El dolor es una experiencia emocional y subjetiva, es decir, que cada uno de nosotros tiene su propia medida y concepción de lo que es el dolor. Sin embargo, como decía Buda, es inevitable.
Es una emoción básica de la vida que nos acompaña desde que lloramos al salir a la luz fría después de estar alrededor de nueve meses navegando en el calorcito intrauterino, hasta que morimos o vemos morir a nuestros seres queridos o incluso, en momentos mucho menos trascendentes cuando sufrimos por cosas que el tiempo después nos demuestra, no tenían mucho sentido.
San Agustín describe el dolor como un sentimiento que resiste a la división y es que el dolor siempre se plantea ante la pérdida y siempre habla de lo que se fragmenta: “tengo el corazón hecho pedazos” puede ser una expresión común de una persona doliente.
Y es que el dolor es producto de una agresión a lo que somos, ya sea nuestro cuerpo o nuestro espíritu. Sentimos dolor si nos golpean o si algo que consideramos nuestro deja de serlo. El dolor ante la pérdida de un ser querido: “siento como que hubieran arrancando un pedazo de mi ser” o el dolor ante un divorcio: “mi mundo se ha hecho pedazos” y es que el dolor siempre nos lleva a una especie de disolución, es por eso que sentimos como que nos falta algo, como que estamos incompletos (la pérdida del amado).
Sin embargo, la fragmentación es una oportunidad para construirnos de nuevo, para re-armarnos, para replantearnos la vida de otra manera. Vivimos en una cultura que huye del dolor, incluso pretende negarlo y constantemente nos “entretiene” para que olvidemos que el dolor está ahí y es el mismo dolor el que viene a recordarnos el dolor del mundo, como decía el célebre novelista ruso Dostoievski:
“El verdadero dolor, el que nos hace sufrir profundamente, hace a veces serio y constante hasta al hombre irreflexivo; incluso los pobres de espíritu se vuelven más inteligentes después de un gran dolor”.
Y es que si bien, tampoco sería saludable hacer apología del dolor y verlo como algo en lo que regodearse o de lo que sentirse orgulloso (eso sería sufrimiento) tampoco es nada sano renegar de la necesidad que tenemos todos, de aprender a transitar el dolor de una manera ecuánime y templada, sin dejarnos arrastrar a la desesperación, o a creer que el dolor nos dignifica en sí mismo y no a través del aprendizaje que podemos obtener de él.
¿Por qué el sufrimiento es opcional?
Hay gente que coloca el término sufrimiento como sinónimo del dolor, sin embargo, si somos un poco más específicos podríamos decir que el sufrimiento es una especie de regodeo en el dolor y proviene de la ignorancia, de no entender el sentido de lo que nos sucede, o de no entender que el mismo dolor es el sinsentido.
Cuando sufrimos olvidamos lo que sabemos, por eso el sufrimiento es ignorante. Si recordásemos algo de lo que sabemos estaríamos seguros al saber que todo pasa, que sólo es cuestión de tiempo, que la herida más supurante se cure y que la decepción más terrible se serene. Pero el dolor es una emoción, que libera sustancias, que provoca sensaciones y sin saberlo podríamos hacernos adictos a él.
Entonces, si estamos empeñados en sufrir, ignoramos deliberadamente lo que sabemos, por ejemplo, si estamos sufriendo porque una relación (traumática, tóxica y desagradable) se ha terminado, sufrimos porque quizá nos sentimos solos y olvidamos que durante todo el tiempo que duró esa relación estábamos solos (y además dolidos y disgustados) pero aún no lo queríamos aceptar, o sufrimos porque no sabemos si estaremos solos el resto de nuestra vida o sencillamente no entendemos porqué, si queríamos tanto a alguien no logramos que eso funcionara y es esa misma ignorancia, el no entender ciertos por qué lo que nos causa el sufrimiento.
Bastaría con que dejásemos de preguntarnos cosas sin sentido, con que dejásemos de suponer cosas que en realidad no sabemos (como que nos quedaremos solos el resto de nuestra vida) con que dejásemos de mirar atrás para no mirar hacia adelante o de esconder la cara en la almohada para no mirarnos al espejo.
Si sufrimos porque alguien a quien amamos mucho ha muerto o ya no está, estamos ignorando algo que sabemos todos en mayor o menor medida, y es que todo se muere y eso es una parte intrínseca de la vida, pero también estamos ignorando que todos debemos tarde o temprano enfrentarnos a esa experiencia, pero sobretodo, aprender a través de ella a valorar lo que nos da la vida.
Sufrimiento es ver el vaso medio vacío siempre
Sufrir es permitir que el dolor nos “cargue” y haga nuestro paso más lento ( es todo lo que someta nuestro sistema nervioso a un desgaste ) en vez de hacernos más conscientes de nuestras limitaciones y nuestras grandezas, pero también más conscientes de nuestra fuerza, que es el único sentido verdadero que tiene todo dolor.
Sufrimiento es lo opuesto a felicidad y si bien, no somos responsables de sentir dolor si somos responsables de regodearnos en los recuerdos dolorosos, los pensamientos negativos o las emociones bajas como el miedo o el rencor que son las que nos llevar a cargar con ese fajo de dolor que se conoce como “sufrimiento”.
La influencia cristiana le da dado cierta “legitimidad” al sufrimiento ya que como dicen muchos católicos “todos llevamos nuestra cruz a cuestas” lo que algunos parecen olvidar es que Cristo cargó su cruz una tarde y fue crucificado pero no pasó más de tres días cuando estaba resucitando, por lo que la moraleja también nos indica que hay un tiempo para sufrir (o cargar con nuestra cruz) y otro (no muy lejano) para elevarnos sobre el dolor.
Si te ha gustado esta publicación, te invitamos a que sigas descubriendo en nuestra sección de Coaching más contenido interesante y que te servirá de mucha ayuda. Asimismo no dudes en compartirla en tus redes sociales o de compartir aquí con nosotros tu comentario sobre lo que te ha parecido.