Seguro que en muchas ocasiones no dices lo que realmente piensas. Tranquila, esto no siempre tiene que ver con la sinceridad o con la mentira y el engaño. Probablemente lo único que suceda es que te falta asertividad.
¿No sabes lo que es? ¡Perfecto! Entonces este es el artículo que necesitas. Aquí aprenderás en qué consiste esta habilidad social denominada asertividad (cuya ausencia o falta de práctica trae, a más de uno, por el camino de la amargura vital) y 10 consejos para ponerla en práctica, o lo que es lo mismo: 10 claves para no callarte lo que sientes.
Tabla de contenidos
¿Qué es la asertividad?
La asertividad es una habilidad social relacionada con la comunicación. Las personas asertivas son capaces de expresar y defender sus derechos, emociones, opiniones o ideas sin dañar a nadie más ni hacerse daño a sí mismos, es decir, de forma honesta, no agresiva y beneficiosa.
La palabra es el arma más poderosa. Usarla correctamente puede traer a nuestras vidas una gran paz. Y al contrario, no saber comunicar puede desatar la mayor de las tempestades y arrasar con todo lo que nos importa.
Cuando eres capaz de transmitir mensajes (hablados, escritos, etc.) que no son agresivos (no van contra nadie) y sólidos (aquellos que transmiten lo que tú en realidad sientes), estás siendo una persona asertiva.
Parece sencillo, ¿cierto? Bien, pues a continuación tienes tres ejemplos, de nuestro día a día, que demuestran lo común que es encontrarse con la falta de asertividad. Los siguientes ejemplos aparecen en todos los manuales de psicología del planeta, ya que son realmente claros:
- Estás haciendo cola (para comprar unas entradas de cine, subir al autobús, etc.) y alguien se te cuela. Te enfadas pero no te atreves a decirle nada.
- Un amigo te pide que hagas algo por él, llevarle a clase por ejemplo. A pesar de que te va fatal porque tienes mucho trabajo, le dices que sí. Probablemente estarás todo el día apurada e irritada, sin tiempo de terminar tus cosas, pero no quieres que se enfade contigo.
- Tu pareja hace tiempo que está rara. Tú estás sufriendo con ello, pero ni se lo planteas porque está claro que no es lo más adecuado tal y como están las cosas. Guardas silencio y la incomodidad y preocupación van creciendo dentro de ti.
Situaciones como estas hay miles. Seguramente te habrás visto reflejada en alguna de ellas. El denominador común de todas es que deberías haber dicho lo que pensabas, pero no lo hiciste. ¿Qué ocurrió? ¿Por qué callaste? ¿Quizás porque no sabías cómo decirlo sin ocasionar un conflicto o empeorar las cosas? ¿A que ahora la asertividad ya no te parece tan sencilla?
Y no debe serlo porque la mayor parte de nosotros aceptamos estas situaciones de forma pasiva, llegando incluso a perder el respeto por nosotros mismos. No es común encontrar personas capaces de decir “no”, de expresar sus emociones, exigir sus derechos o defender sus intereses, ni de no ceder ante el miedo a ser rechazados. Tampoco es habitual encontrar personas que, en estas situaciones, reaccionen de forma tranquila, sin perder los estribos o sin resultar violentos. Muchos de nosotros, ante situaciones así, estallamos de ira, lo que tiene, sin duda, consecuencias mucho peores que no decir las cosas.
En cualquier caso, ambas son devastadoras: callar te devasta sólo a ti, y si tiendes a las conductas pasivo-agresivas, también a la persona que tengas más cerca; y reaccionar violentamente acaba contigo y con todo el que pasaba por allí, porque para nadie es plato de buen gusto presenciar una escena así.
En resumen, la asertividad es una forma de comunicación y de respuesta que va más allá de la simple pasividad (muchas veces acompañada por rabia interna) y la peligrosa agresividad, que sí exterioriza la ira y la rabia.
La Asertividad se puede aprender y la mejor forma de aprender es practicando. Por ello, las 10 claves que vienen a continuación no debes simplemente leerlas, sino que tienes que integrarlas en tu día a día, hasta que formen parte de ti. No hace falta que las integres todas; con sólo incorporar un par de estas técnicas y herramientas, verás como conseguirás mejorar tu comunicación y reducir los malos entendidos que tanto y tan innecesariamente nos hacen sufrir.
Estas 10 claves te ayudarán a expresar tus emociones sin miedo a destruir todo tu mundo por hablar.
1. Di adiós a los pensamientos negativos
Lo principal es que hagas desaparecer de tu mente los pensamientos negativos que te invaden cuando haces valer tus derechos, emociones, ideas, etc.
Siguiendo con las tres situaciones planteadas antes, un pensamiento negativo sería: “Soy una mala amiga por no llevarle a clase”. Tienes que darle la vuelta, diciéndote, por ejemplo, “Mi trabajo merece un respeto y no puedo llegar tarde ni pasar todo el día estresada en la oficina. Le diré a mi amigo que en otra ocasión sí puede contar conmigo, pero que hoy no puedo”.
2. A tu mente sólo tienes acceso tú: la gente no puede leerla
El amor da muchos superpoderes, pero leer la mente no es uno de ellos. El error de suponer que otras personas saben lo que está sucediendo en nuestro interior, que conocen cómo nos sentimos, lo cometemos muy a menudo.
Quizás creas que tu pareja ya sabe que quieres que haga la colada hoy; sin embargo, un 99% de las veces nadie tiene ni idea de lo que nos molesta o de lo que esperamos de ellos. Por tanto, si quieres que se tengan en cuenta tus deseos y necesidades deberás decir cuáles son. No decir qué queremos y enfadarnos cuando no nos lo dan no tiene ningún sentido, carece de lógica.
3. Defiende “tu” verdad
Ser asertiva no va a convertir tu mensaje en la única verdad, pero sí en “tu” verdad.
Las verdades absolutas no existen: todo tiene su base en las experiencias que cada ser atraviesa. Por ello, es posible hablar de “nuestras” verdades, incluso cuando no son ciertas para otras personas. Y también por ello es necesario escuchar las verdades de los otros y respetarlas. Entrar en discusiones sobre quién lleva la razón absoluta, sobre quién ostenta la máxima verdad, no merece la pena.
Obviamente defiende la tuya, pero no robes las de otros exigiendo que sólo la tuya sea la verdadera, porque ambas verdades son igualmente ciertas.
4. Márcate un objetivo y no lo olvides
En muchas ocasiones, cuando hablamos, nos limitamos a describir cómo nos sentimos: “me siento mal”, “estoy desmotivado”, “me molesta que me llames todos los días”, etc.
Es decir, nos limitamos a exponer el problema, traspasando la responsabilidad a los que nos escuchan, enfadándonos y frustrándonos si no hacen nada. Pero es que ellos no tienen que hacerlo, y mucho menos aún, tienen que saber qué hacer. La responsabilidad es tuya.
Para ser asertivo no debes exponer tan sólo las situaciones, también debes dejar muy claro lo que quieres. Ese es tu objetivo y no tienes que olvidarlo. Cuanto más claro tengas lo que quieres, mayores serán las probabilidades de lograrlo.
Por ejemplo, vas a una reunión con tu jefa y hay dos opciones:
Opción A: le dices “verá, es que estoy desmotivada”. En este caso ella te puede responder: “ah sí, ¿desmotivada? Pues despedida… búsquese otro trabajo”.
Opción B: que le digas: “verá, es que estoy desmotivada y me gustaría que contara conmigo para el próximo proyecto”. De esta forma no le dejas que ella decida la solución a tu problema. Se la das tú misma.
5. ¡Sé precisa! No dejes que otros decidan los detalles por ti
No es suficiente aún. Ahora que ya has dicho lo que quieres y necesitas, tienes que ir un paso más allá y precisar cómo lo quieres. Nadie dijo que la asertividad no exigiese esfuerzo.
Expresarnos de forma vaga o imprecisa puede provocar malos entendidos también, pues otros decidirán los detalles de nuestra situación y esta se nos puede ir de las manos o no terminar exactamente como nos habría gustado.
Para ponértelo más claro aún: ¿cuándo vas a comprar un vestido le dices al dependiente «quiero un vestido», así sin más, o «quiero un vestido rojo de la talla M?
Sí, lo sé, con las relaciones no es tan sencillo como con las prendas de vestir. Sin embargo, debemos hacer el esfuerzo de precisar también en ellas. Piensa que cuanto más precises, más posibilidades tendrás de acertar en la diana. Pongo también un ejemplo en el campo emocional: desde luego no tiene la misma gravedad ni supone el mismo trauma decirle a nuestra pareja “quiero que me prestes más atención” que “quiero que me prestes más atención y vayamos juntos este fin de semana a dar un paseo por el malecón para charlar un ratito”. ¿Cuál de las dos opciones creen que tiene más posibilidades de desatar una crisis o hacer que nuestra pareja se «raye»?
6. Hecho y juicios no son lo mismo
No suena igual decirle a alguien “vas hecho un asco” que “tu pantalón está roto y te queda grande” ¿Cuál es la diferencia? ¿Cuál de las dos ofende más?
La primera es un juicio que haces tú, la conclusión que sacas de lo que ves. La segunda, en cambio, expresa dos hechos que pueden constatarse: el pantalón está roto y prácticamente se le cae. Sin duda la primera es ofensiva (agresiva verbalmente) y la segunda no, evitando que la persona se sienta agredida o juzgada, se ponga a la defensiva y ya no quiera ni pensar en cambiarse de pantalón.
Recuerda que se trata de usar nuestra mejor arma, la palabra, siempre para construir.
7. Explica por qué lo quieres
El ser humano siempre busca la lógica y la razón en todo lo que hace. Lo contrario es la locura y a todos nos asusta terminar locos.
Cuando pidas algo que realmente quieras conseguir explica tus motivos, hará que los demás puedan empatizar contigo, entiendan el porqué y vean una lógica en lo que estás expresando como un deseo. Los deseos que no se explican los asociamos con caprichos y locuras y, por tanto, a lo infantil. Si quieres que tus deseos se valoren, dales el peso que merecen, explicando por qué los tienes.
Esta clave nos sirve también cuando tenemos que negarnos a hacer algo. Si además de razones, damos alternativas, ya seremos los dioses de la comunicación asertiva. Por ejemplo, en nuestra situación inicial del amigo que nos pide llevarlo a clase, desde luego, decirle un simple “no, no puedo” no tiene el mismo efecto reconfortante y pacificador que decirle “no, no puedo, tengo muchísimo trabajo retrasado en la oficina y en esos 20 minutos que tardamos en llegar a tu universidad puedo responder el email. ¿Por qué no le preguntas a María, a ver si ella puede?”.
Siempre que proporciones motivos concretos, tanto al pedir algo como al negarte, conseguirás que tu mensaje sea mucho más convincente y menos agresivo.
8. Habla desde “yo” y no desde “tú”
Parece un trabalenguas, pero no lo es. Normalmente, cuando hablamos siempre partimos de la otra persona, “tú”, y lo que habría que hacer es partir de nosotros mismos, “yo”. Con un ejemplo terminarás por verlo claro.
Estás hablando con tu novio, ese que en nuestra situación inicial llevaba varios días raro, y le dices “(tú) me has tratado muy mal estos días”. Obviamente él se va a poner a la defensiva o como mínimo en alerta. Sin embargo si empiezas diciendo “(yo) me he sentido muy mal estos días”, él no se sentirá atacado, todo lo contrario, muy probablemente te preguntará por qué y tendréis la posibilidad de continuar hablando.
En realidad estás diciendo lo mismo, pero lo centras en tus sentimientos en lugar de hacer ver a la otra persona que ha hecho algo mal. ¿A quién le gusta que le digan que ha hecho algo mal?
La clave está en concentrarnos en nuestras emociones y en lo que queremos, en lugar de acusar y culpar, sin ni siquiera haber empezado a hablar. Una vez empiecen a hablar ya le puedes decir eso de “me siento disgustada por la forma en que me has tratado estos días”, que continúa siendo mucho mejor que ir directamente al ataque y decir “(tú) me has tratado muy mal estos días”.
9. Contagia tus emociones y potencia la empatía
Las emociones se contagian al hablar de ellas. Cuando expresas lo que sientes la gente empatiza contigo porque muy probablemente conoce la emoción a la que te estás refiriendo. La empatía nos vuelve más receptivos a los mensajes y las peticiones.
10. Reduce tu estrés con el lenguaje corporal
Como hemos dicho, las emociones se contagian, pero no solo al hablar de ellas. El lenguaje corporal también actúa como conductor de las emociones en este sentido. Así, cuando quieras transmitir mensajes de forma asertiva, no te encojas, ni te hagas pequeña, mantén una postura corporal segura y fuerte, pero tranquila. Demostrar nerviosismo con tus gestos no te ayudará en absoluto.
¿Y ahora? ¿Cómo pongo en práctica estas 10 claves?
Antes de poner en práctica estas técnicas en situaciones muy importantes o decisivas, practica con momentos menos comprometidos y más irrelevantes. Por ejemplo, pedir que te cambien una prenda de ropa que compraste por error. Aquí el riesgo es mínimo.
Con el tiempo ya podrías afrontar situaciones más complejas como solicitar cambios en el trabajo o tu relación de pareja. Y lo más importante, practicando llegarás a integrar el hábito y sumando puntos a tu valiosa cuenta de la asertividad.
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