El sentimiento de culpa, como la mayoría de las emociones que solemos experimentar, tiene dos caras. Generalmente la asociamos con algo negativo, inmediatamente nos viene a la mente «la culpa cristiana» que es heredera de la ancestral y famosa culpa judía. Con lo que tenemos la culpa «judeocristiana» que es un importante pilar de los valores morales de nuestra sociedad.
Sin embargo, la culpa también tiene un lado positivo. A continuación analizamos en qué consiste la culpa y cómo lidiar con ella, aprendiendo a identificar en qué momentos es mala y perjudicial, y cuando buena y benficiosa.
Tabla de contenidos
¿Qué es la culpa?
La culpa es el sentimiento doloroso de que hemos cometido alguna falta y que merecemos un castigo. Es un juicio interno que nos hacemos a nosotros mismos respecto a nuestras acciones para con los demás y para con nosotros mismos.
Podemos sentirnos culpables por comer demasiado o por no prestar la suficiente atención a la educación de nuestros hijos. Esas son culpas que nos ayudan a cambiar y a mejorar, ya que sirven como una especie de «pepito grillo» interno que nos alerta cuando no estamos actuando correctamente. La utilidad de esta culpa es evidente, ya que nos permite trazarnos límites en nuestro comportamiento.
La utilidad de esta culpa es evidente, ya que nos permite trazarnos límites en nuestro comportamiento.
¿Qué hacer ante la culpa «sana»?
Debemos responsabilizarnos de nuestros errores y tratar de enmendarlos. Para eso debemos tener la valentía de admitir que nos equivocamos, cosa que, aunque parece mentira, a mucha gente le cuesta hacer.
Ser capaces de pedir disculpas si hemos ofendido a alguien o si hemos cometido una falta, nos demostrará que estamos sanos psicológicamente, aparte de generar un alivio inmediato de cualquier sentimiento de culpa que pudiera atribularnos.
¿Cómo gestionar el sentimiento de culpa negativo?
Sin embargo, la culpa también tiene una cara negativa. No por nada ha sido la culpa una de las armas arrojadizas preferidas de los manipuladores de toda calaña.
Nuestra conciencia moral se forma en nuestra infancia. La relación afectiva con nuestros padres es determinante en cuanto a la forma en que la culpa actuará sobre nosotros. La culpa «mala» es simplemente un desequilibrio de la percepción en el que nos sentimos culpables de cosas de las que no somos responsables.
La culpa «mala» es simplemente un desequilibrio de la percepción en el que nos sentimos culpables de cosas de las que no somos responsables.
Un niño puede sentirse culpable del divorcio de sus padres, si durante la separación sus progenitores no han tenido la sensibilidad de explicarle que él no tiene ninguna responsabilidad en el asunto. Este tipo de «culpa» más primitiva e inconsciente se aloja en la mente del individuo determinando una serie de trastornos de la conducta que pueden afectar de distintas formas el comportamiento futuro de este niño.
Así, tenemos a personas propensas a culpabilizarse excesivamente de todo, sintiéndose culpables y responsables de la vida de los demás, pudiendo caer en dos extremos: o se vuelven demasiado controladores o se vuelven víctimas fáciles de perversos narcisistas que explotan el sentimiento de culpa de estos individuos en su propio beneficio.
Consecuencias de la culpa «mala» o mórbida
La culpa o culpabilidad mórbida no es consciente, ni es fácil de localizar su causa por parte de los afectados, por lo que no puede repararse, cayendo en un ciclo de insatisfacción, remordimientos frustración y melancolía que conduce fácilmente a la depresión.
El sujeto tiene una autovaloración de sí mismo mediatizada por «la culpa» lo que lo hace sentirse «malo», «inconveniente» o «raro», mermando su propia autoestima.
La necesidad de compensar que tiene la persona culpable hace que se muestre excesivamente dadivosa y poco defensora de su espacio, lo que la lleva a ser blanco fácil de la manipulación y la explotación por parte de personas sin escrúpulos.
A veces la culpa puede hacer que la persona se vuelva agresiva, criticona y hostil con los demás debido a la necesidad que tiene de no sentirse tan mal consigo misma, proyectando sus fallos y debilidades en los otros con el fin de resguardar su maltrecho ego.
La culpa en el tarot
Hay cartas en el tarot que definen a la culpa mórbida o negativa. En primer lugar, tenemos el cinco de copas, que nos habla de alguien que se aferra a lo que perdió en el pasado (sin saber si es realmente su culpa o no) y no ve lo que la vida le ofrece. Por otro lado, el ocho de espadas, que bien podría representar a alguien cuyas culpas lo dejan paralizado.
Así mismo, la culpa «positiva» puede estar representada tanto por La Templanza (en donde hacemos balance racional y objetivo de nuestra situación ) o El Juicio y La Justicia en donde valoramos y sopesamos nuestros actos guiados por valores objetivos.