Oscar Wilde fue un escritor irlandés nacido bajo el signo de libra, un 18 de octubre de 1854 en Dublín.
Autor de obras como «El retrato de Dorian Gray «, «Salomé» o «La Importancia de llamarse Ernesto», entre muchísimas otras que abarcan los géneros de poesía, ensayo, teatro y cuentos.
Aparte de ser uno de los más influyentes escritores en lengua inglesa y haber sido todo un personaje en su época, hoy también Oscar Wilde puede considerarse como uno de los más célebres mártires del movimiento gay, aunque murió arrepentido de su comportamiento, debido al duro castigo al que lo sometió la sociedad de su época.
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Intelectuales de la Irlanda del siglo XIX
Desde sus orígenes Oscar Wilde estuvo ligado a una vida intelectual. Su madre era una poetisa asociada a los movimientos independentistas irlandeses y su padre un estadista, arqueólogo y médico cirujano.
Oscar recibió educación en su casa hasta la edad de nueve años y muy joven se sumergió en la lectura de lo clásicos, en francés y alemán. Fue un alumno destacado en el Trinity College de Dublín y en el Magdalen College en Oxford. Al finalizar su brillante carrera volvió a Irlanda, pero debido a una desilusión amorosa con una mujer que prefirió al escritor de Drácula, Bram Stoker, abandonó el país y se estableció en Londres, lugar en el que en se convirtió en una figura prominente dentro del ambiente cultural victoriano.
Oscar Wilde «El Dandy de Londres»
Numerosos éxitos literarios y la complacencia y admiración de la sociedad victoriana, lo convirtieron en un comentarista mordaz e implacable de la sociedad de su época.
Desde joven había sufrido bullying por sus actitudes poco masculinas y su gusto por la exageración. Y es que el decadentismo, movimiento al que se adscribía en su primera juventud, propugnaba la ruptura de los modos sociales y el ataque a la hipocresía a través de la rebeldía y una forma de vivir alternativa.
Su amaneramiento es notable incluso en fotos que tienen más de un siglo, lo que debe indicarnos que su teatralidad femenina, que acompañaba del gusto por prendas exquisitas propias de los dandys y de todos los adeptos a ese movimiento inaugurado con Baudelaire llamado decadentismo, sumada a su enorme tamaño y una forma de contar historias muy cómica y celebrada, prefiguraban una figura trágica que habría de pagar muy caro, tanto desprecio por una sociedad tan controladora y reprimida sexualmente como la sociedad inglesa victoriana.
Wilde publica poemas, crea sus primeras obras teatrales, viaja como conferenciante a Estados Unidos, se refugia en París y se dedica a escribir. Vuelve a Londres y se casa con la hija de un reconocido abogado y se instala a vivir en una lujosa residencia. Conoce el éxito social y la felicidad de la vida familiar. Tiene dos hijos con Constance LLoyd quien es hija de un importante consejero de la Reina Victoria.
La importancia de llamarse Oscar Wilde
Lo que le pasó a Oscar Wilde fue trágico, tanto por doloroso y fatal para el exitoso escritor, como por «trágico» en el sentido más teatral del término.
Ya en 1895 Wilde estaba en la cima de su carrera, su éxito económico era notable y hasta tres de sus obras se representaban paralelamente en el West End. Algunos años antes había conocido a un joven aristócrata llamado Sir Alfred Douglas también conocido como «Bosie» y había sido víctima de una pasión incendiaria.
Con este amigo por el que Wilde lo perdería todo, empezó una vida licenciosa en los bajos fondos londinenses. A pesar de estar casado se dejaba ver en restaurantes de lujo en compañía de jóvenes prostitutos del Londres marginal.
Wilde llevaba una doble vida que no era tan doble si se revisan sus obras. Sin embargo, este no fue el «error» que lo llevó a la ruina.
El padre de Bosie, el marqués de Queensberry era el perfecto enemigo fatal para Wilde y empezó a acosarlo y a llamarlo sodomita públicamente. Este señor poseía un mal genio memorable y paradójicamente fue uno de los creadores de las reglas del Boxeo.
El viejo pecado de la Hybris o el orgullo
Seguramente no era fácil tener al padre de Bosie persiguiéndolo por las calles de Londres y amenazándolo con darle una paliza. Pero Wilde midió mal el aprecio y la estima social de la que gozaba, y también la envidia y odio que su actitud despertaba en algunos sectores conservadores (que eran la mayoría). Así inició el mismo lo que sería su perdición.
El juicio más sonado de finales del siglo XIX
Oscar Wilde, aupado por el caprichoso y furioso Bosie, demandó al Marqués de Queensberry por difamación. Perdió estrepitosamente y aunque tuvo la oportunidad de escapar, como le aconsejaron muchos amigos, se quedó en Inglaterra y fue juzgado, no solamente por los jueces sino por la incipiente prensa amarilla que estaba dando sus primeros zarpazos.
Su defensa y sus argumentaciones (que delataban su excesiva seguridad en su ingenio y su gracia para salir airoso del asunto) no pudieron contra un enorme grupo de la sociedad que estaba esperando ponerle las manos al cuello a un personaje tan incómodo como Wilde.
Su mujer avergonzada, huyó con los niños a París y hasta les cambió el apellido para liberarlos de la infamia.
La Cárcel y el final
Dos años de trabajos forzados y la pérdida de todo su patrimonio: social, material y emocional. Su prestigio y su gracia enlodados con las más sórdidas acusaciones y exageraciones y el desprecio de un público que tan solo unos tres años atrás lo celebraba como el «niño terrible» de la literatura inglesa, fue todo lo que obtuvo Wilde de estos juicios.
En la cárcel escribe una larga carta para Bosie en la que le reprocha ser el culpable de su perdición, pero en la que también entona un «mea culpa» y reconoce su “dejarse llevar por la frivolidad, la búsqueda de placer y el excesivo orgullo”.
De profundis
De Profundis es un documento clave para entender el proceso de transformación espiritual que vivió Wilde es sus últimos años, en los que quien había sido un ambiguo estetista, que había defendido la idea del arte por el arte y de la inutilidad del mismo, vivió un proceso espiritual que ya se prefiguraba en algunas de sus obras anteriores, pero a la que el dolor que experimentó en la cárcel dotó de claridad y certeza.
Reconoce su responsabilidad en su amarga caída y se reconcilia con ideas sobre el alma y el espíritu que determinan que en sus últimos días se haya entregado totalmente a la Fé Católica (con la que había coqueteado desde el principio) pero de la que sus posturas artísticas lo habían distanciado.
También la carta es una amarga fila de reproches a Bosie que dejan a Wilde muy mal parado en cuanto a su fortaleza de carácter. Cuando salió de la cárcel, a los 43 años, vió a Bosie un par de veces, pero amigos y familiares de ambos les presionaron para que se separaran.
Wilde expira a los 46 años en París, olvidado y pobre, bajo el seudónimo de Sebastián Melmoth.