Entre el interminable tapiz de símbolos que dan vida al sagrado hermetismo de la cultura egipcia, existe uno de particular relevancia: el ojo de Horus.
Horus, deidad de los cielos, representada por un halcón peregrino, es uno de los dioses de mayor importancia dentro de la mitología egipcia. Y su ojo terminaría por encarnar uno de los más poderosos talismanes, así como uno de los amuletos más conocidos del antiguo Egipto, al estar asociado con la restauración, la salud, y la protección, la prosperidad, la indestructibilidad del cuerpo y la capacidad de renacer. El wedjat, cómo también se conoce al ojo de Horus, es un ojo en parte humano y en parte de halcón.
Origen y mitologia egipcia
Según la mitología egipcia, Horus era el hijo de Osiris y de la diosa Isis. Osiris fue asesinado por su hermano Seth, para arrebatarle el trono. Para mantener su poder, Seth trató de evitar que Osiris tuviera más hijos en los que delegar el trono real. Sin embargo, Isis, inteligentemente, mantuvo en secreto el nacimiento de Horus a Seth y salvándolo de una muerte segura.
Horus estaba destinado a vengar la muerte de su padre Osiris. Cuando creció, Horus retó a un duelo personal a Seth. Fue una pelea violenta, en la que Seth hizo añicos el ojo de Horus, pero Toth, dios de la ciencia y de la magia, encontró los trozos, los recompuso y los unió de nuevo escupiendo sobre ellos. Entonces, Horus se lo dio a comer a Osiris para que pudiese resucitar en su asimilación como dios funerario esencial.
El Ojo de Horus como símbolo alquímico y esotérico
El ocultismo occidental se encuentra empapado de la herencia legada por la tradición mística de Egipto. Ya sea que hablemos del magno arte alquímico, del camino donde convergen la cruz y la rosa, del intrigante código masónico, o del dorado amanecer que acaricia el árbol más sagrado, lo cierto es que invariablemente terminaremos remitiéndonos, con tan solo profundizar un poco, a antecedentes impresos en el misticismo egipcio.
El ojo de Horus contiene una sofisticada ecuación matemática que se utilizaba, entre otras cosas, para expresar fracciones de volumen. En el ojo podemos observar un sistema de notación lineal, en donde la esquina interior representa un medio, el iris un cuarto, la ceja un octavo, la esquina exterior 1/16, mientras que los ornamentos debajo del ojo continuaban la secuencia 1/32, 1/64, etc. Combinados permitían medir la cantidad de granos que se intercambiaban cotidianamente. Pero las bondades pragmáticas de este ícono no terminaban ahí, ya que su estructura pictográmica también era aprovechada como un ábaco, permitiendo agrupar unidades y distinguir diversos planos de cantidades.
Lo que resulta más interesante de esta descodificación del ojo de Horus, es que en este símbolo confluyen exquisitamente los planos de lo místico y de lo pragmático. Lo cual a la vez sugiere que la sociedad egipcia de hace milenios vivía envuelta en un equilibrio de religiosidad y funcionalidad, es decir, no existía una franca distinción entre la vida cotidiana y el plano espiritual, todo era sagrado.
Por todo lo dicho, el ojo de Horus conforma un poderoso amuleto contra todo mal y de protección.