Los maestros constructores de la antigüedad poseían un gran conocimiento esotérico, aplicando en su arquitectura tanto la Numerología como otras disciplinas ocultistas como la Cábala, la Alquimia o las leyes herméticas de Hermes Trimegisto.
Eran expertos en el manejo de fórmulas matemáticas basadas en la geometría euclidiana y la aritmética indo-árabe, que contenían relaciones y simbologías mágicas.
Desde los egipcios y griegos los arquitectos eran sabios que empleaban como referencia el cuerpo humano para medir los espacios físicos a construir, tal y cómo representaría más adelante Leonardo Da Vinci en su famoso Hombre de Vitrubio.
Por ejemplo, para las medidas más pequeñas tomaban como referencia el dedo pulgar doblado sobre la superficie, dando como resultado la medida de una pulgada (que todavía sigue estando vigente dentro del sistema métrico británico y en muchos oficios) que venía a ser unos 2,5 cm. Las cosas medianas se medían con palmos (20 cm) o pies (33 ó 35 cm) y las cosas grandes, en codos (50 cm).
Mediante los diferentes cálculos necesarios, éstas eran las medidas básicas que se usaban para construir cualquier cosa y como para los antiguos el cuerpo humano era sacro, así concebían también sus construcciones.
Nada era trazado “a ojo”, ya que existía una sabiduría basada en estrictas fórmulas matemáticas y en la Geometría Sagrada que aplicaban al realizar los planos en dónde se establecían las dimensiones de cada construcción, desde los bloques de las bases hasta los ábsides, columnas y bóvedas.
Arquitectura Sagrada y el Número de Oro
Una de las fórmulas matemáticas más difundida entre los arquitectos de la antigüedad era la conocida proporción áurea, llamada también la divina proporción, porque establecía una relación perfecta y armónica entre el Todo y cada una de las partes.
El número de Oro sería el resultado obtenido de la fórmula armónica de dicha proporción áurea que es:
φ = 1,61803398874988…
Se cree que este número tan especial lo descubrieron los matemáticos egipcios, utilizándose en la mayoría de los templos del Antiguo Egipto, así como de la Grecia Clásica. Igualmente siglos más tarde sería ampliamente utilizado por los arquitectos medievales y góticos de Catedrales y por los artistas del Renacimiento.
Y la manera en la que llegó este saber ancestral hasta nuestros días fue mediante el hermetismo de doctrinas como la de los Masones y Rosacruces, siendo algunos de sus exponentes más célebres el arquitecto español Antoni Gaudí.
Cuando estos sabios maestros constructores se ponían frente al proyecto de una catedral o cualquier edificio con un fin espiritual, tenían muy presente no sólo al Número de Oro, sino que aplicaban todo el saber simbólico que los números poseen.
Y es que ellos consideraban a los números como los “pensamientos de Dios” y por ello, toda arquitectura de intención religiosa o espiritual era sagrada en el sentido de que tenía un fin divino, y por lo tanto la obra se definía por la perfección de las formas y el valor simbólico que esto conllevaba.
Es por esto que cuando uno visita y contempla estas imponentes obras maestras de la Arquitectura no queda indiferente a su belleza ni a su «poder» embriagador, porque de alguna manera la magia depositada en ellas es transmitida igualmente de forma mágica y recogida por todos nuestros sentidos, tanto interiores como exteriores.
Simbología numérica en la Arquitectura Sagrada
Toda catedral de la Edad Media puede diseccionarse perfectamente en unas cuantas formas geométricas sencillas, pero que asimismo están basadas en el simbolismo que encierran los 12 números sagrados.
- La Unidad: Como imagen divina que alberga en ella asimismo el Todo, el Dios único, que se identifica con la totalidad del círculo, simbolizando a los cultos solares. Son circulares por ejemplo los rosetones que presiden los pórticos, por dónde se ve nacer la luz del sol.
- La Cruz: La base de la catedral en forma de cruz expresa la fuerza del número 2, la dualidad, las direcciones horizontal y vertical que componen el mundo físico.
- La Trinidad: Está representada en los 3 pórticos de la fachada (llamados triforios) así como al triángulo piramidal de algunas bellas bóvedas que se pueden contemplar en el interior de muchas catedrales.
- El Cuadrado: Era concebido dentro del rectángulo de proporción áurea, que le confiere un significado simbólico de divino equilibrio. Las columnas eran construidas a menudo en forma cuadrada, aunque también las hay en forma de prismas hexagonales u octogonales.
Los maestros constructores para poder cumplir estrictamente con estas leyes geométricas y simbólicas primero diseñaban al milímetro sobre plano, incluyendo todos los detalles, formas y volúmenes de la catedral a edificar para luego trasladar las medidas obtenidas al terreno usando una cuerda de 12 nudos, siendo éste un método ya usado por los egipcios milenios atrás.
Estos sabios maestros arquitectos, volcados tanto en la expresión de su obra así como en su vocación natural hacia lo sagrado y lo oculto o esotérico, eran capaces de «leer» a la catedral objeto de su trabajo como si de un libro se tratara, consiguiendo cada uno de ellos asignar su propia y particular manera de narrar la simbología mítica que éstas encerraban.