Querido Escorpio te escribo esta carta porque es la última vía que me queda para comunicarme contigo, ya que me has bloqueado en todas las redes y le has prohibido a tus amigos que ni siquiera mencionen mi nombre.
Como todo esto no te ha parecido suficiente castigo desde hace más de un mes, solamente porque te expuse mis dudas y decidiste terminar lo nuestro.
Se ve también que has cambiado tus rutinas y ya no paseas al perro por el mismo parque, ni te tomas el café por la mañana en el mismo bar ¿dónde estás Escorpio?
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Te pido perdón
Sé que no te has ido de viaje porque sigues yendo a tu trabajo, qué es el único sitio en donde te podría encontrar, pero claro, sé que allí no tendría la menor oportunidad de hablar contigo.
Y seguramente tu “indignación” por mí sumaría más puntos, por atreverme a presentarme en tu sagrado lugar de trabajo, por lo que esa opción ni me pasa por la mente.
Por lo que me queda escribirte esta carta rogando a Venus o a Cupido, o a quien se encargue de estas cosas, que tu ira no te haga romperla sin leerla siquiera y sin darme la oportunidad de decirte todo lo que te tengo que decir.
Primero que nada, te pido perdón, sé que actué estupidamente cuando me dio por tratarte con esa distancia, empezar a dejarte en espera los mensajes y no atenderte el teléfono en varias ocasiones.
Que sí, que estaba ocupado, pero reconozco que luego no quise asumir que tenías derecho a querer saber de mí y, sencillamente, no le di importancia, ni te expliqué por qué no te había prestado atención.
Escorpio, tuve dudas
Luego, he de admitir, que me poseyeron las dudas, la rebeldía, la estupidez o no sé lo que fue y me sentí “presionado” y “agobiado” por ti.
Todavía no olvido tu expresión cuando te dije que me estaba “agobiando” si te hubiese clavado un puñal directamente, tus ojos no habrían logrado esa expresión de dolor, decepción y luego de mucha ira y desconocimiento hacia mí.
Una expresión que fue lo último que pude ver en tu rostro y que es la que tengo clavada en la mente. Desde ese día en el que no te he vuelto a ver.
Que estúpido fui, te vi tan entregado, tan feliz, tan confiado en lo nuestro, que de pronto el miedo y la inseguridad, la sensación de no creerme merecedor de tanto o el automatismo de mi propia estupidez, me hicieron empezar sutilmente con los jueguitos de «¡ahora estoy! ¡ahora no estoy! «.
Y sí, empecé a espaciar primero mis llamadas, luego a reducir la velocidad con la que contestaba tus mensajes.
Hasta que un día, como quien no se da cuenta de lo que está haciendo, sencillamente no lo hice y cuando en nuestra siguiente conversación me preguntaste por qué, aproveché la ocasión para decirte todo eso de lo que ahora me arrepiento.
Claro que, rápidamente también, y sin dejarte reaccionar a mi cambio de señales, me abalancé sobre tí y muy mimosamente te dije, mientras te besaba, que eras “demasiado consentido y que ibas a tener que bajarle un poquito a la intensidad”.
Te echo de menos
Luego, he de decirte que no sé por qué, empecé a ver a otras personas más llamativas a mi alrededor, personas a los que además les resultaba yo también evidentemente atractivo.
Como si de pronto, la vida me pusiera delante muchas oportunidades y me dijera que tenía mucho para elegir y que debía pensarme bien si quería atarme a una sola persona y más a alguien tan posesivo como tú.
Porque siempre me lo dijiste, Escorpio, desde el principio, que a ti no te gustaban ni las aglomeraciones ni las relaciones en donde amigos, padres, hermanos y viandantes opinaban y se metían como en una enorme fiesta, que eras de una sola persona y éramos dos contra el mundo.
Me asusté un poco, porque sí, porque me encantan mis amigos, mis amigas y disfruto mucho la vida social, aunque sinceramente, no tanto, jamás, como estar contigo, ya sea viendo series, comiendo guarradas y volviendo a hacer muchas cosas infinitas veces, sin atender el teléfono y sin que exista nadie más que nosotros dos.
Pero eso aún no lo sabía, no sabía que te iba a echar tanto de menos el día que me faltaras, ni que iba a tener tanto miedo de haberme equivocado tanto, y de que lo nuestro no tenga ya remedio.
Ha sido tan brutal tu silencio, tan frías y crueles tus últimas palabras, y te diste la vuelta, sin el menor signo de que te importara lo nuestro, sin el menor aspaviento, como si nunca me hubieses dicho que era especial para ti y que me querías.
Yo esperaba, no sé, otra cosa
Creo que quería que te mostraras débil, necesitado, que me reprocharas mi distancia para poder marcarte mis límites y sentir que tenía el control de las cosas.
Pero desde luego tu reacción radical, Escorpio, casi violenta, que en un milisegundo pasó de adorarme a desconocerme y despedirse así tan fríamente, me sentó como un jarro de agua fría y me quedé desconcertado y aturdido.
Primero intenté hacer ver que no había pasado nada, casi quise creer que al día siguiente me mandarías un mensaje por la tarde diciéndome que estabas abajo y que si te acompañaba a dar una vuelta y beberíamos vino y nos reiríamos juntos hasta que llegara el amanecer, como habíamos hecho hasta que me dio por dármelas de interesante.
Pero por supuesto, no pasó, al día siguiente era “libre”, no tenía que sentirme agobiado porque me fueses a llamar o esperases mi llamada.
Al día siguiente me sentí muy estúpido, pero aún estaba en fase de negación, así que decidí buscar a mis amigos y salir a divertirme.
Les conté que lo nuestro no había funcionado porque te pusiste muy “intenso” y yo necesito ser libre. Y sí, no he de negar que logré pasar unos días feliz y, si no me concentraba en el trabajo, esperaba que quizá en algún momento me mandarías un mensajito o sabría algo de ti.
Cuando fui a husmear en tu página de Instagram fue cuando me di cuenta que me habías bloqueado (¡hasta en twitter!).
Escorpio, ¿me perdonas?
En ese momento tengo que decir que se me cayó el mundo encima, nunca había sentido un dolor tan punzante y directo por causa de una emoción como en ese instante.
Fue como si todo el amor, toda la dulzura, toda la alegría que había sentido a tu lado, pasaran a mi lado a toda velocidad y me hicieran sentir una necesidad insoportable que sólo ellas podrían calmar y que ya no lo harían.
Pero lo que más me dolió de ese dolor (valga la redundancia) fue darme cuenta, al recordar tu mirada, lo mucho que te había herido mi desdén, mi frivolidad, mi inclusión de la palabra “agobio” en nuestra relación, que era tan hermosa y que nos hacía tan felices a ambos.
Ahora que siento el dolor y la humillación que te causé con mi actitud y mis ganas de jugar a lo inalcanzable ¡fui tan infantil! que necesito pedirte que me perdones.
Me asusté al ver que lo nuestro era de verdad. No me castigues más por favor, no volveré a dudar de lo nuestro ni a darte la espalda si es que todavía me quieres y creo que no te herí tanto que ya no puedas perdonarme.
Ya lo he entendido todo y si me das de nuevo una oportunidad nunca más traicionaré así lo nuestro. Te amo, Escorpio.