El artículo trata sobre la importancia de las matemáticas en el orígen y desarrollo del Universo. Constituyen un lenguaje explícito y abren puertas hacia lo desconocido. La geometría sagrada se expone aquí, además de algunos datos prácticos matemáticos para la vida cotidiana.
Las matemáticas conforman un lenguaje que nos habla de forma simbólica para definir todo aquello que nos rodea. Los números son las huellas dactilares del Cosmos.
Las matemáticas son ciencias exactas que se vuelven mágicas al ser capaces de dotar de significado lo inexplicable. Los números encierran un universo de misterios pero que hablan de manera muy explícita. Cuando vemos más allá de los números, y no nos quedamos en la superficie del dígito caracterizado, se abren las puertas a lo desconocido.
Geometría, la ciencia vital más divina
En todas las antiguas civilizaciones, religiones, dogmas y filosofías se ha proclamado la gran obra universal como un acto de geometría magistral. Dios es el gran Arquitecto y como tal un excelente matemático.
Cuanto más buscamos el origen y funcionamiento de las leyes espirituales y naturales, más nos damos cuenta de que en el plan total del Universo, el Plan Divino, se manifiesta siempre de acuerdo a los principios de la geometría.
Todo en el Cosmos está compuesto de energía, que se manifiesta de diferentes formas. Cuando la densidad es elevada, la energía se convierte en materia. Todo es lo mismo: la energía es materia desorganizada y la materia es energía organizada, manifestada a través de diferentes formas geométricas.
Desde Einstein sabemos con certeza que materia y energía son la misma cosa, manifestada de forma diferente. Por ello la geometría es uno de los pilares en los que se sustenta el mundo físico en el que vivimos.
Curiosamente la ciencia moderna y la física cuántica están demostrando hoy en día lo que las antiguas afirmaciones esotéricas han dado siempre por ciertas, en las que se expresaban que el Cosmos se dividía en siete planos de distinta densidad, compuestos de lo mismo: energía.
Ciclos de vida
Cada acontecimiento que nos ocurre en nuestra vida tiene su ciclo matemático. Empieza en un punto de partida y va describiendo una línea de progreso en forma de curva, durante la cual hay siempre un punto de madurez, que es el punto más alto de dicha curva, y declina hasta un punto final.
Así podemos observar como, dentro del desarrollo de un suceso, hay momentos ideales para actuar en consecuencia a lo que estamos viviendo, y, si no estamos atentos, y los “dejamos pasar”, más tarde, el resultado de lo vivenciado ya no es el mismo. Este momento ideal lo va a conformar el que se encuentra en el punto más alto de nuestra curva personal de cada suceso que nos ocurra.
Estas curvas son los llamados ciclos de vida y constituyen verdaderos mapas geométricos o diseños matemáticos por medio de los cuáles podemos planear mecánica y exactamente nuestra vida así como las influencias externas que nos afectan intrínsecamente.
Sin embargo, lo normal es que pasen desapercibidas ya que nuestra atención no está puesta en cada uno de los pasos que vamos dando, ya que solemos estar en la mente, sin consciencia de lo que hacemos en cada momento. El 99% del tiempo no estamos en el presente. Si fuera así, nos resultaría muy fácil aprovechar cada ocasión para sacarle el máximo partido, gracias a esta sencilla regla matemática.
Los números mágicos de la naturaleza
En matemáticas es conocida una curiosidad llamada serie de Fibonacci, descubierta por el sabio Leonardo de Pisa, también conocido como Fibonacci.
Es una secuencia infinita donde cada número resulta de la suma de los dos anteriores.
De esta forma tenemos la serie de 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, ….etc la cual describe una espiral, la espiral de Fibonacci, que se repite en la naturaleza a muchos niveles.
La podemos encontrar tanto en la espiral microcósmica de una galaxia, como en la microcósmica de un caracol.
También existe la denominada razón áurea o número de oro. Se trata de un número algebraico que posee muchas propiedades interesantes para obtener proporciones similares en una misma figura.
Se le atribuye un carácter estético especial a los objetos que siguen la razón áurea, así como una importancia mística.
Fue descubierto en la antigüedad, y civilizaciones como la egipcia lo utilizaron para construir maravillas arquitectónicas como la pirámide de Giza. El número de oro fascinó tanto a griegos como a renacentistas como ideal de belleza.
También se encuentra de forma natural en flores, caracolas, hojas e incluso en animales y humanos. Da Vinci fue el pionero en deducir que el hombre perfecto es aquel cuyas dimensiones cumplen con esta relación, también conocida desde entonces como Divina Proporción o número Phi.