Hola mi dulce Piscis,
Llevo días pensando en como decirte lo que te quiero decir sin que te lo tomes a mal o pienses que no te valoro lo suficiente. Y también, obligándome a hablar de nuevo de lo que te pasa, porque sé que si no lo hago yo, tú jamás vendrás, en tono sereno, a decirme nada para solucionar las cosas.
Antes se lo contarás al mundo entero si hace falta, o eres capaz de buscarte un íntimo amigo solamente para poder hablarle de todas las cosas que te molestan de mí, porque tienes la loca necesidad de que sea capaz de adivinar (sí, como casi siempre lo haces tú) que algo que he hecho te ha molestado.
Piscis, te conozco bien
Y ya conozco el proceso, ante mi pregunta de si te pasa algo o si algo te parece mal, respondes con tu voz quebrada que ya sé reconocer tan bien.
Que sí, que no hay problema, pero luego, cuando me equivocaba y aún no te conocía tan bien, daba por ciertas tus palabras cuando decías aquello de: “No pasa nada” e ignoraba tus pequeños gestos de disgusto, de incomodidad o de fastidio (muy sutiles, eso sí, porque antes muerta que decirme qué es lo que te pasa).
Acto seguido se te cae algo, tropiezas u ocurre algún pequeño “accidente” al que reaccionas tan exagerada y dramáticamente que, tras pensar un rato que es imposible que alguien se ponga así porque se derrama un vaso de agua, es cuando caigo en la cuenta que tu frustración, tu desdén o tu pena no son culpa de eso precisamente, sino que probablemente debo pensar con calma (hasta romperme la cabeza) qué es lo que ha sucedido en los últimos días, qué he hecho o dicho, que te haya podido ofender tanto.
De nada vale que te pregunte mil veces si te pasa algo, porque me mirarás con una mayor indignación y la cosa puede ponerse mucho peor.
Así que ya he aprendido a repasar con paciencia qué es lo que pude haber hecho, porque tú me importas Piscis y sé que tu sensibilidad a flor de piel forma parte de esa forma de ser tan especial que tienes.
Y después de una labor detectivesca, llegó a la conclusión de que todo empezó en aquel encuentro, cuando me encontré con aquellos amigos que hacía tiempo que no veía y estuvimos charlando un buen rato y te ignoré casi toda la noche.
Al final, decidiste irte y te levantaste, mientras que yo seguí conversando de forma despreocupada, sin pensar que a lo mejor querías que me fuera contigo.
Entonces, al día siguiente te pregunté: ¿Te pasa algo Piscis? por que tu cara enfurruñada evidentemente estaba expresando algo, pero me dijiste que no, y enseguida adoptaste una actitud ligera y desenfadada como si tu venganza contra mi persona fuera a evitar darme ninguna pista y ponerme aún más difícil el saber qué es lo que te ocurría (y si, es una buena venganza, la verdad).
Yo como tenía mucho cansancio encima, y estaba alegre también por el reencuentro con mis amigos, preferí creer que no pasaba nada a entrar en alguna situación dramática que en ese momento no sabría manejar y lo dejé pasar.
Ya sé que cometí un terrible error
Así que antes de que esto vaya a más y decidas buscarte a alguien por ahí para contarle lo mucho que paso de ti, y cómo te ignoro cuando encuentro a unos viejos amigos en una reunión, te escribo esta carta para recordarte que te quiero mucho, qué eres muy importante en mi vida y que trataré de mostrar más comprensión con tu extrema sensibilidad la próxima vez.
Te escribo para que enterremos el hacha de guerra y volvamos a retomar nuestras interminables charlas y risas, porque no hay nadie en el mundo con el que lo pase mejor. Y, sobre todo, dejes de tenerme rencor porque piensas que no tengo en cuenta tus sentimientos.
Ya ves que sí, Piscis. Perdóname y no olvides nunca lo mucho que te valoro y te aprecio.