Hola Acuario:
Saliste tan deprisa esta mañana que no tuve oportunidad de decirte lo que vengo queriendo decirte desde hace ya demasiado tiempo.
¿Cuánto tiempo llevamos compartiendo piso? ¿Y cuánto hace que compartimos también los desayunos y las fechas especiales?
Te lo diré. Empezamos a compartir piso hace exactamente tres años, cuando me abriste la puerta en aquella “entrevista” y conectamos y nos reímos tanto que me preguntaste si no me importaba mudarme inmediatamente e insististe en ayudarme a buscar las cosas en casa de mi otra casa.
Por supuesto, que me pareció una suerte encontrar este sitio tan hermoso el mismo día que había decidido dejar a mi pareja, y nada me hubiera hecho creer que esa misma tarde te conocería, Acuario, y al día siguiente amanecería en este sitio.
Tres años se cumplieron hoy y no puedo dejar de recordar lo bien que me sentó tu hospitalidad, tu amabilidad, tu alegría cuando me ayudaste a llevar mis cosas a la habitación y me diste las llaves de la casa.
Conocí tu mundo, Acuario
Desde el primer momento coincidimos en todo, tenías un espacio especial para mis macetas y no te importó quitar algunos cuadros de tu piso y colocar los míos para hacerme sentir bienvenida.
Despertarme por la mañana y ver tu sonrisa mientras me ofrecías un café antes de irte a correr, fue algo a lo que me fui acostumbrando muy fácilmente, haciéndome sentir que lo que había cambiado en mi vida no había sido un desastre, sino la entrada sorprendente y deliciosa a un nuevo mundo, tu mundo, tan tranquilo y tan sereno.
Te ibas todo el día por ahí a hacer tus cosas, pero yo esperaba disimuladamente oírte trasteando en la cocina para salir como por casualidad y que, acompañados de un té, un café o una copa de vino, nos quedáramos hablando hasta la madrugada.
O hasta que en algún momento, yo recordaba que al día siguiente me tenía que levantar temprano y me iba corriendo a mi cuarto, tratando de evadir esa atracción que sentía por tí, que iba aumentando cada segundo de forma exagerada y que me dejaba insomne hasta un buen rato después de que lograba escapar de tu hechizo.
Sin embargo, tú permaneciste inmutable con tu sonrisa cada mañana, como si supieras que trataba de huir de ti y no te importara, porque estabas demasiado seguro de que me terminaría arrojando en tus brazos.
Tu actitud me decía claramente, que sabías que me moría por besarte porque tienes que saber lo guapo, lo bien que hueles y lo adorable que eres. Y sé que lo sabes.
Para qué contar que pasar tiempo en casa contigo se convirtieron en actividades que esperaba con el mismo entusiasmo que podía esperar asistir a un concierto o ir al cine a ver a mi actor favorito.
Así pasó el tiempo y sin darme cuenta se forjó primero una bonita amistad y no pasaron dos años cuando caí rendida a tus pies, y eso fue literal.
Estábamos conversando y dijiste una de esas cosas tan irreverentes y locas que me parecen tan cómicas de ti, cuando la risa me hizo doblarme desde la silla y caer donde estabas tú, riéndote también, con esa dulzura deliciosa y ese carisma que tanto te caracteriza.
Y mientras me mirabas fija y profundamente al mismo tiempo, entonces surgió esa chispa mágica que nos unió a otro nivel a partir de ese día.
Ya no sé si fuiste tú quién me besó primero o fui yo. Sólo sé que que no podía evitar acercarme a ti y sentir tu calor y solamente quería dejarme llevar y abrirte mi corazón y que tú me lo abrieras a mí.
Lo que ha pasado desde entonces ya lo sabes. No hablamos mucho de eso porque he visto como te pones cuando medio pronunció la palabra “amor” o algo por el estilo. Pero ya no me hace falta.
Me gusta lo que tengo contigo, Acuario y, solamente quería decirte, lo feliz que he sido contigo todo este tiempo y lo bonita que ha sido nuestra relación desde el primer día.